domingo, 24 de agosto de 2008

BUENOS AIRES, 24 DE AGOSTO DE 1899


JORGE LUIS BORGES: Nacido porteño, criado en los cuasi arrabales, nuestro hombre universal

Para usted, don Borges, son estas palabras que pretenden recordarlo; y este retrato suyo, cuando la ancianidad no le había llegado pero sí la ceguera, amiga benevolente que no quiso instalarse en sus ojos con toda su contundencia y reservándole débiles bordes de los días, las cosas del mundo, los lomos de sus libros queridos; también ya la fama lo había tocado en su "destino" que usted, Borges, nunca creyó que sería "literario".
Déjeme confesarle que estoy cansado: Sí, ¡Cansado! Cansado de ver, casi siempre, en cada aniversario en que se lo recuerda las mismas fotos: las que lo muestran ya anciano. En este cansancio mío justifico este retrato en el que se lo ve aún joven. No sé la fecha en qué se lo tomaron, pero la ubico hacia 1950, cuando ya había escrito El Aleph: Con el que se ganó la admiración y el respeto de escritores, intelectuales y científicos y, ¿por qué no?, el elogio, aunque distante, de compadritos tardíos, payadores en retirada y matreros pacientes, (arriesgo que el saludo de éstos le interesaban más que los honoris causa, los homenajes, y los Congresos dedicados a usted y su obra).
Le rindo homenaje, Borges, por todos sus cuentos y por muchos poemas que me han conmovido, además de ciertos ensayos sobre El Dante, y, también, por su involuntaria guía que me llevó a elegir acompañarme de ciertos nombres, de ciertas novelas y, prefiriendo, siempre y según su consejo, el placer al leerlos y el abandono de las historias que no nos hacían cautivos en su gozosa lectura.
Acepte, Borges, este breve poema:

Para usted, don Jorge Luis

Que prefirió Buenos Aires

Antes que
Roma, la del Poeta florentino buscando a Beatricce
Ginebra, a unos pasos del Ródano

Praga, tras los pasos del enjuto y temeroso Franz

Londres, recorriendo el Támesis y los pasillos de Oxford

Madrid, no tan lejos de los valles que recorrió el Caballero de Dulcinea
Boston, esperando encontrar a E. A. Poe o a su doble
Jerusalén, la de aquel judío que dividió la historia.

Para usted, Borges,

que siempre prefirió esta ciudad,

sin la cual, "no podría vivir".

Este lector autodidacta, cautivo y sudamericano le dice, ¡Gracias!

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