martes, 2 de diciembre de 2008

UN MILLÓN DE GOLPES: LA CORTE SUPREMA DEROGA UN FALLO Y "BLANQUEA" LA AUSENCIA REAL DEL ESTADO

La semana pasada la Suprema Corte de la Nación derogó un fallo, de la Cámara Nacional de Casación Penal, que otorgaba la libertad a todos los menores de 16 años detenidos en diversos institutos. La medida tomada generó polémica y puso en juego diversas reacciones. Algunos invocaron diversos Tratados y los Derechos Humanos; otros pensaron en lo que les vendría a estos menores en caso de ser liberados; y también aparecieron aquellos que reaccionaron con "miedo", (¿de qué manera sino bajo el peso del miedo se puede interpretar el resultado de una encuesta presentado por lanación.com en el que más del 93 por ciento votó en contra del fallo que ordenaba dicha liberación?); tampoco faltaron los que se tomaron de la presunta caducidad de la Ley 22.278, tomada durante la última Dictadura y que ordenaba la detención de los menores con conflictos familiares o con la la Ley. La ministra de la Corte, Carmen Argibay, defendió el fallo ya que de liberar a estos menores, 60 en total, se los expondría "al gatillo fácil" y que "están marcados" --¿por la policía-gatillo-fácil, por otros delincuentes, por sus familiares, por explotadores de menores?--, coincido con la primera afirmación, pero a la vez, estos mismos menores, ¿no se convertirían ellos mismos en gatillo fácil y atentando contra la vida de civiles? Ya son muchísimos los actos de delincuencia realizados por menores: estos "pibes chorros" ya dejaron de ser tales y se convirtieron en "pibes" asesinos. Salen "de caño": Roban y matan, destruyen familias, truncan sueños y generan dragones de dolor que encierran en celdas de tormentos en el alma de los afectos que sobreviven a las víctimas fatales.
Fue, y es, el abogado Emilio García Méndez, quien dirige la Fundación Sur, el principal promotor para el fallo "liberador" de la Cámara Nacional de Casación Penal; hablando ante los medios afirmó, textualmente, que la derogacón decidida por los miembros de la Suprema Corte es un "fallo que viola todos los derechos y tratados que protegen a los niños". ¿En qué pensaba García Méndez al buscar la liberación de estos menores? De estos chicos hay quienes no tienen padres ni familiares, ¿serían recibidos por la Fundación Sur para contenerlos, alimentarlos, educarlos? ¿les buscarían un hogar susutituto permanente para darles vida de hogar y calor y color de familia?, hay, también, quienes fueron detenidos en diversos institutos por problemas con la Ley ¿qué haría García Méndez con ellos? ¿los recibirían para darles todo tipo de contención --apoyada en una red interdisciplinaria de profesionales-- para reeducarlos, darles un oficio y, así, resociarlos para una vida vivible? O, ¿será qué Emilio García Méndez buscaba un poco de promoción? (No tengo motivos para dudar, en principio, de las humanitarias razones que lo impulsaron a buscar la liberación de los menores, pero creo que no tuvo en cuenta del cuadro de indefensión al que quedarían expuestos de ser liberados).
Ayer, domingo 7 de diciembre, se conocieron otras afirmaciones de la Doctora Carmen Argibay, tomo aquí la que sigue, "arreglar los Institutos (de menores) no da réditos políticos". Con ésto creo que queda bien en claro, por si hacía falta para los distraídos, que al Estado le falta una poílítica real y con "rostro humano" para el delicado tema de los menores desprotegidos de este país y que son víctimas de diferentes carencias y de violencia intrafamiliar. Así los menores detenidos quedan presos en la maraña burocrática y en un círculo maldito y canallezco. En la última página de Las Tumbas, de Enrique Medina, el niño-narrador dice, "Siguieron dos Tumbas más. Iguales y distintas a la vez. Otros sistemas, otros métodos. Nuevos compañeros. Pero al fin y al cabo todo lo mismo". (Las Tumbas es, ya, un libro clásico en nuestras letras, pero seguramente no será uncluido en el Canon Nacional...Arriesgo aquí que Enrique Medina es nuestro "nuevo" Roberto Arlt, sólo que escribe bien pero toca temas molestos para los bienpensudos de nuestras letras) En Los cuatroscientos golpes, film multipremiado y ya clásico, de Francois Truffaut de 1959, vemos en las últimas escenas al pobre Antoine Doinel, el niño protagonista, escapar del Instituto donde estaba detenido y huir corriendo; corre con la velocidad que sus fuerzas le permiten, corre, corre, hasta que adivinamos su figura que llega a una playa del Mar Mediterráneo, en una toma panorámica; el niño corre y avanza hacia el espectador y se detiene: en un primer plano lo vemos mirar hacia el ancho, vasto, mar. Es apenas un puber, está solo, no tiene a nadie, no tiene nada y un vasto e incierto mar social le espera. A los menores desprotegidos y víctimas de la desigualdad social y del entorno familiar nocivo y violento de nuestro país, ¿les queda alguna esperanza? El Estado, ¿tendrá por primera vez una real, efectiva, --y afectiva-- política hacia los menores detenidos en los Institutos-cárceles?

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