miércoles, 24 de septiembre de 2008

OTRO SEPTIEMBRE PARA RECORDARTE, ALEJANDRA, Y EVOCARTE EN TUS BREVES Y CONMOVIENTES POEMAS


"Reloj, pequeñísima dama, moradora en el corazón de un pájaro, sales al alba a decir una sola sílaba, No". Eso escribiste, Alejandra. Quizás hiciste eso durante tu vida: mientras "escribías el poema desde el propio cuerpo" dabas calor a una pequeña ave nocturna y sabedora de que su vuelo no sería prolongado. Que crecería y sería un pájaro cuyo plumaje tenía el color de tu nombre. De tu nombre, de tu poesía: cargada de noches encalladas en tu nave siempre frágil, siempre provisoria, siempre atada a tu certeza de no poder volar. Desde esa certeza, sostenida con ausencias de otras ausencias presentes, escribiste en uno de tus últimos poemas, "Yo voces. Yo el gran salto". Y, ya en esos días de septiembre, en Al alba venid, afirmaste "La noche soy y hemos perdido". En tu último poema, que nos dejaste con la consistencia de la tiza en el pizarrón de tu cuarto de trabajo, se pudo leer: "No quiero ir nada más que hasta el fondo". Y siento, Alejandra Pizarnik, que eso hiciste, "cansada de no poder más", cansada de la ausencia del amor y de Dios y, cansada de "palabras que hacen la ausencia". Aquel 25 de septiembre de 1972, en el alba de tu alba, cortaste las alas del reloj y te viviste la única y última sílaba, ¡No!

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